10 Curiosidades Desierto de San Pedro de Atacama
Cuando se habla del norte de Chile, lo primero que aparece en la mente es el Desierto. Pero más allá de su fama como lugar árido y extremo, hay una enorme cantidad de curiosidades del Desierto de San Pedro de Atacama que lo convierten en uno de los territorios más fascinantes del planeta. No todo es polvo, sal y cielo despejado: este lugar esconde fenómenos naturales, historias humanas y misterios que no se ven a simple vista.
Conocer estos detalles no solo cambia la forma en que se mira el paisaje, también transforma la experiencia de estar ahí. Porque no es lo mismo recorrer el Valle de la Luna sabiendo que parece un planeta sin oxígeno, que hacerlo entendiendo cómo se formó durante millones de años. Ni ver un flamenco sin entender qué lo llevó a elegir uno de los ambientes más duros del mundo. Aquí va una selección de 10 curiosidades reales y sorprendentes sobre el desierto más seco del mundo.
Es el desierto más árido del planeta
Aunque muchas personas piensan automáticamente en el Sahara cuando se habla de desiertos extremos, el Desierto de San Pedro de Atacama se lleva el título real: es el lugar más árido del planeta. En algunas zonas, la lluvia no ha tocado el suelo en más de 500 años. En otras, la precipitación anual es tan baja que apenas se mide en milímetros, y puede pasar más de una década sin caer una sola gota.
Esta aridez no es casual. Es el resultado de varios factores geográficos que se superponen: la Cordillera de los Andes bloquea el paso de nubes desde el este, la corriente fría de Humboldt enfría el aire sobre el océano Pacífico y limita la evaporación, y la altura general del altiplano refuerza esta sequedad. El resultado es un territorio donde la vida ha tenido que adaptarse a condiciones absolutamente extremas, convirtiendo a San Pedro de Atacama en un laboratorio natural para científicos y exploradores.
Tiene cielos tan puros que se estudian galaxias desde aquí
Si hay un lugar en la Tierra donde mirar el cielo se convierte en una experiencia casi espiritual, es en San Pedro de Atacama. La altitud, el aire seco, la escasa nubosidad y la mínima contaminación lumínica han creado un entorno único: uno de los cielos más claros del planeta. No solo es ideal para ver estrellas a simple vista; es el sitio elegido por las agencias espaciales y los mayores observatorios del mundo para estudiar el universo.
En este territorio se encuentran instalaciones como el Observatorio Paranal, sede del VLT (Very Large Telescope), el telescopio óptico más avanzado del planeta. Desde ahí se han descubierto exoplanetas, se han observado galaxias lejanas y se han captado imágenes que no podrían obtenerse desde ningún otro punto del mundo. También se encuentran ALMA y otros proyectos astronómicos de vanguardia.
Para los viajeros, la experiencia no se queda atrás: hacer un tour astronómico en San Pedro de Atacama es uno de los grandes imperdibles. Basta alejarse un poco del pueblo y mirar hacia arriba para comprender por qué este cielo ha enamorado a astrónomos de todo el mundo.


Los flamencos eligen este desierto para vivir y reproducirse
Puede parecer contradictorio: uno de los lugares más secos del planeta es también hogar de tres especies de flamencos, que encuentran en este paisaje hostil las condiciones perfectas para alimentarse, anidar y criar a sus crías. ¿Cómo es posible? Gracias a las lagunas altiplánicas y los salares, donde el agua y los minerales crean ecosistemas únicos.
Los flamencos andino, chileno y de James llegan a lagunas como Chaxa, Miscanti y Meñiques, donde el ambiente salino permite la proliferación de microorganismos de los que se alimentan. A pesar de las bajas temperaturas y el aire enrarecido a más de 4.000 metros de altitud, estas aves han desarrollado una resistencia extraordinaria, convirtiéndose en emblemas del altiplano.
Verlos en su entorno natural, con el contraste del rosa de sus plumas sobre el fondo blanco de la sal y el azul profundo del cielo, es una de las postales más icónicas del desierto. Y también una de las más sorprendentes. Porque aquí, donde parece que nada debería vivir, la vida insiste.
Sin los oasis, no habría pueblos
A simple vista, el Desierto aquí, parece un lugar imposible para la vida humana. Pero la clave que permitió el desarrollo de asentamientos en esta zona está bajo tierra: los oasis. Gracias a afloramientos de agua subterránea, zonas como San Pedro de Atacama, Toconao o Río Grande han podido sostener comunidades durante siglos. Estos oasis no son grandes ríos ni lagos visibles, sino pequeñas fuentes, vertientes y napas freáticas que emergen en puntos muy específicos del terreno.
Los antiguos atacameños construyeron canales de regadío y terrazas agrícolas que aún hoy son visibles. Cultivaron maíz, quinoa y papa en medio de uno de los entornos más áridos del planeta. Incluso la arquitectura de adobe y piedra de los pueblos refleja una relación profunda con estos recursos hídricos escasos. Sin los oasis, no habría vida en esta región. Y sin ellos, San Pedro sería apenas una parada más en medio del vacío.
El Valle de la Luna parece otro planeta (y no es casualidad)
Caminar por el Valle de la Luna es como estar en la superficie de Marte. El paisaje es seco, sin vegetación, lleno de formaciones erosionadas por millones de años de viento y agua. Las montañas de sal, los cañones estrechos, las dunas de arena y los colores que cambian según la luz hacen que este lugar sea uno de los más fotografiados del norte de Chile… pero también uno de los más estudiados por científicos.
De hecho, la NASA y otras agencias espaciales han utilizado esta zona para probar instrumentos destinados a misiones en Marte. Su geología extrema y su clima hostil lo convierten en un escenario natural que simula condiciones extraterrestres. Por eso no es raro escuchar que el Valle de la Luna no es solo un destino turístico: es una ventana al pasado geológico de la Tierra y al futuro de la exploración espacial.
Hay evidencia de vida humana desde hace más de 11.000 años
Antes de que existiera San Pedro como pueblo, ya había seres humanos viviendo en el desierto. Los vestigios arqueológicos encontrados en la zona —desde herramientas líticas hasta pinturas rupestres— demuestran que las primeras comunidades llegaron hace más de 11.000 años. Eran cazadores-recolectores que se movían entre quebradas y vertientes, adaptándose a un entorno que siempre exigió creatividad y resistencia.
Con el tiempo, estas poblaciones evolucionaron hacia sociedades más complejas, como los atacameños, que construyeron aldeas, cementerios, observatorios solares y redes de intercambio con otros pueblos andinos. Sitios como Tulor y Quitor son testigos silenciosos de una historia humana profunda, que aún se investiga y protege.
Conocer estos datos cambia por completo la forma en que uno camina por el desierto: ya no es solo paisaje. Es también territorio habitado, vivido, pensado y sentido por miles de generaciones antes.
Aquí se han probado tecnologías espaciales de la NASA
El Desierto también ha servido como laboratorio para explorar uno. En sus suelos se han realizado pruebas de robots, sensores y sistemas de navegación diseñados para futuras misiones a Marte. Suelos con casi nula vida microbiana, altos niveles de radiación solar y una sequedad extrema lo convierten en el análogo terrestre más cercano al planeta rojo.
Proyectos como Life in the Atacama (LITA) y pruebas del rover Perseverance pasaron por este territorio antes de viajar fuera del planeta. ¿El objetivo? Ver cómo funcionan los instrumentos en un entorno real, donde los márgenes de error son mínimos. San Pedro de Atacama no es ciencia ficción: es ciencia pura, con polvo real y desafíos verdaderos.
El desierto tiene un sonido propio: el crujido de la sal
Uno de los fenómenos más curiosos del San Pedro de Atacama ocurre cuando todo está en silencio. En ciertas zonas, especialmente donde hay formaciones salinas, puede escucharse un crujido constante, como si algo se quebrara muy lentamente. No es imaginación. Es el sonido real del suelo.
Durante el día, el sol calienta las capas externas de sal. Por la noche, la temperatura desciende abruptamente. Esa diferencia térmica provoca contracción y expansión del material, generando pequeñas fracturas que suenan como un susurro seco. Es un sonido que no todos notan, pero que queda grabado para siempre cuando se lo escucha por primera vez.
Algunas rocas "cantan" cuando baja la temperatura
Este fenómeno no es exclusivo de la sal. En sectores rocosos del desierto, como cerca del Valle de la Luna o los sectores andinos, algunas piedras emiten sonidos sutiles cuando cae la noche. No es un canto como tal, pero sí un chasquido o vibración que, con el silencio absoluto del entorno, se percibe como una especie de nota breve.
El origen es similar al de la sal: la diferencia térmica provoca tensiones internas que se liberan en forma de sonido. Es un fenómeno natural que ocurre en muchos desiertos del mundo, pero que aquí se siente más fuerte por la pureza del aire y la ausencia total de ruido artificial.
San Pedro tiene su propia red de túneles subterráneos naturales
Debajo del desierto visible, hay un mundo menos conocido. En ciertas zonas, el paso del agua subterránea y la erosión han generado formaciones de túneles naturales, algunos aún en exploración. No se trata de cuevas turísticas ni rutas abiertas al público, pero forman parte del sistema geológico que permite la existencia de los oasis y las napas freáticas.
Además, hay estudios que indican que antiguas culturas atacameñas pudieron haber utilizado formaciones subterráneas para almacenar alimentos, protegerse del calor o incluso como vías de conexión entre aldeas. No es casual que muchos mitos y leyendas locales hablen de “caminos por debajo del desierto”.